La Academia Nacional de Historia del Ecuador presenta a su nuevo miembro

La Academia Nacional de Historia del Ecuador presenta a su nuevo miembro

Emiliano Gil Blanco, profesor e historiador de la USFQ, es el nuevo integrante de la Academia Nacional de Historia del Ecuador. Desde el pasado 26 de agosto de 2022 nuestro profesor de Artes Liberales forma parte de esta reconocida organización, "es un honor poder entrar en ella, me siento realmente halagado y reconocido por Ecuador", comentó Emiliano al enterarse de este reconocimiento.


Para la Sesión Pública Solemne en la que fue presentado como Miembro Correspondiente, Emiliano Gil Blanco expuso sobre uno de sus temas de investigación; "La educación como elemento fundamental del proyecto católico e integrador del presidente Gabriel García Moreno".

A continuación compartimos la disertación que Emiliano presentó durante este evento, una gran investigación que aborda uno de los temas más importantes para el país, la educación.

SEÑOR DIRECTOR DE LA ACADEMIA, MIEMBROS DE SU DIRECTIVA, ACADÉMICOS Y ACADÉMICAS, SEÑORAS Y SEÑORES

Como nuevo miembro que ingresa en esta docta casa, quiero expresar la emoción y las dudas que me embargan. Creo haberme hecho merecedor, y me siento muy honrado, de la confianza que han depositado en mí al nombrarme académico correspondiente. Agradezco a quienes me propusieron y a aquellos que me eligieron por este hecho.

Una Academia Nacional, y más la de Historia, es una entidad dedicada al estudio y a mantener la memoria del pasado con buen hacer, objetividad, reflexión, intercambio, debate y divulgación. Estos han sido siempre los roles en los que me he centrado en mis investigaciones.

Para comenzar esta disertación, quiero decir que es de agradecidos el reconocer a quienes han influido en mi formación como historiador. Reconocer a maestros y colegas, muchos de ellos amigos. Quisiera expresar a todos y a cada uno cuánto he aprendido con la lectura de sus libros, la escucha de sus conferencias, y cuánto he intentado mejorar con la observación de su humana conducta. Algunos ya no están con nosotros, como es el caso de José Francisco de la Peña o de John H. Elliot, a los cuales debo mi formación “ideológica” como historiador. Entre los presentes y ausentes, destaco a Manuel Casado Arboniés, caro amigo desde la Facultad y de investigaciones, con el cual no solo he compartido publicaciones, sino que también aprendí una filosofía de vida íntegra, ética y responsable. Esta humildad intelectual adquirida de ellos es la que espero proyectar con mis trabajos y mi actitud personal. 

Debo referirme a aquellas personas que tienen mucho que ver con que pueda estar hoy aquí. En primer lugar, a mis padres. Ellos, además de darme la vida y un amor infinito, me enseñaron que la adversidad no es un inconveniente para pelear por tus ilusiones. Debo recordar una anécdota con mi padre cuando al terminar la educación secundaria y tener que entrar en la universidad, me pidió estudiar Derecho como es tradición en mi familia. A lo cual yo le contesté que estudiar derecho es una incomodidad y que prefería estudiar sentado Filosofía y Letras. Una decisión errónea y sin futuro, me dijo él. Ahora mismo me gustaría que estuviese aquí para que pueda ver hasta dónde he podido llegar con esa decisión equivocada. También, a él le debo mi afición a la lectura.

En segundo lugar, quiero agradecer a todas las personas, algunas aquí presentes, que me han ayudado y apoyado a venir y a transitar en Ecuador. Al ingeniero Alejandro Ribadeneira, quien me contrató para venir y darme la oportunidad de comenzar mi docencia en la Universidad de los Hemisferios, y además su amistad. A Santiago Gangotena, por haberme contratado en la Universidad San Francisco de Quito, y de quien he aprendido que la libertad es diversa, que no hay que cerrarse en una ideología y que hay que ser buenas personas para luego ser buenos profesionales. Llegados a este punto, no puedo olvidarme de Ruth P. Rodríguez Serrano quien fue la verdadera introductora en esta universidad. 

En la USFQ, he conocido y sigo colaborando con Gloria Gangotena y Carlos Montúfar, con ella llevo cuatro años catalogando el archivo de Cristóbal Gangotena Jijón, de la que es fiel guardiana. Les estoy muy agradecido por haberme abierto las puertas de su casa y de su amistad. Mi caminar en la San Francisco me ha confirmado que la humildad y la libertad son esenciales para el desarrollo humano, profesional y docente. Estas cualidades, han permitido que mis conocimientos lleguen a un grupo de alumnos muy variopinto, social y económicamente hablando, y del que he aprendido mucho.

No he de olvidar a mis colegas y amigos como Carlos Freile, Daniel Crespo, Carlos Espinosa, Álvaro Mejía, Claudio Creamer, Wilson Miño, Christian Naranjo y Carlos Ruales, estos cuatro últimos compañeros fundadores de la Asociación Ecuatoriana de Historia Económica. Con todos ellos he departido y aprendido mucha de la Historia de Ecuador. Y cuyo sentido del trabajo y de la responsabilidad han permitido que casi todos mis esfuerzos pudieran dedicarse al cultivo de esta.

Creo firmemente que es gracias a la familia como más fácil y naturalmente una persona puede desarrollar lo mejor de sí mismo. He dejado para el final de mis agradecimientos a quienes considero las personas más cercanas y queridas. Mis hijos, Guillermo, Luis y Gonzalo, por cuyo presente y futuro me embarqué en este reto, y sin los cuales no hubiese podido estar tan lejos de mi país. Mis hermanas, apoyo y presencia permanente en cada uno de mis pasos. Mi compañera de vida, Gabriela, que comparte conmigo todas las cosas, menos mis malos chistes, y de la que he aprendido mucho de su valentía, de su honestidad y de su generosidad. 

No sé si me he dejado a alguien en el tintero. Si es así, ruego que me disculpe. Lo que sí sé es que Ecuador me ha regalado buenos amigos y, gracias a ellos, he conseguido ser quien soy en este país que me lo ha dado todo y que me ha hecho llegar tan lejos. Y en el que no me considero ser extranjero. Como decía mi madre, es de buen nacido el ser agradecido.
A todos, ¡gracias!

Como han podido darse cuenta, mi condición de humilde investigador ha cambiado con mi llegada a este país. Creía que la Historia en general, y de Ecuador en particular, se basaba en una visión “eurocentrista”. Ver y leer lo que se ha publicado aquí, me hizo ver la otra cara de la moneda. Me di cuenta de que no debía seguir ni una ni otra visión. El nacionalismo conlleva una manipulación de los hechos narrados con la idea de constituir una idea de patria. Por eso decidí difundir altruistamente mis investigaciones, no solo en publicaciones, sino también en conferencias, charlas y debates a todo público que quisiera escucharme.

Para empezar a cumplir con tales expectativas he elegido un tema de la Historia de la Educación ecuatoriana como discurso de entrada en esta Institución. Con el título de “La Educación como elemento fundamental del proyecto católico e integrador del presidente Gabriel García Moreno”, quiero introducirme en el proyecto de un presidente ecuatoriano controvertido y controversial, al que la historiografía moderna ofrece como un gran monarca o un gran tirano. Como historiador, cuya habilidad más importante es la ecuanimidad, debo ser objetivo con el protagonista y con su proyecto educativo para Ecuador.

Introducción
“Escuelas y más escuelas sobre todo lo demás” es lo que escribió Gabriel García Moreno (1821-1875) a Juan José Flores en 1862[1]. Con esta frase se puede ver muy claramente la importancia que le dio a la Educación para desarrollar su proyecto político católico. Su influencia fue grande dentro y fuera de Ecuador, en vida y después de muerto. Es, sin lugar a duda, el personaje ecuatoriano de quien más se ha escrito, incluso internacionalmente. Su ideología cientificista tuvo una influencia importante en América y Europa. Como dicen Espinosa y Canal: “García Moreno es el más claro ejemplo en la región de una legitimidad católica, que resonó con fuerza en la Europa de las últimas décadas del siglo XIX, en el contexto de las guerras culturales entre católicos y laicos.” [2]  

Basándose en el catolicismo evitó la división geográfica, económica, política y administrativa de Ecuador, va a modernizarlo y, más concretamente, reformar su sistema educativo, eje básico del proyecto garciano. Las medidas que tomó tendrán un resultado significativo, mejoró el comercio interior y exterior, racionalizó la fiscalidad, centralizó la administración estatal y electoral, construyó infraestructuras de comunicación, etc. Todo ello no se entendería sin el desarrollo agro-exportador cacaotero, orientado al mercado externo y que puso al país dentro de los mercados internacionales a partir de la década de 1870. Modernizó los planes de estudio y estableció más elevadas exigencias para rendir exámenes a todos los niveles. Intentó erradicar el analfabetismo con la obligatoriedad de la enseñanza primaria. [3] Utilizó la educación como un instrumento de unificación nacional y como soporte ideológico del régimen garciano.

1. Sobre el proyecto educativo garciano

El desarrollo del proyecto garciano de educación tuvo dos etapas, coincidentes con sus dos mandatos presidenciales, ambas bien diferentes en su evolución y en la libertad que tuvo para aplicarlo. 

La primera etapa estuvo muy limitada por la falta de recursos y por la Convención de 1861. García Moreno presentó su proyecto de ley de educación, pero la Convención en su lugar creó la Academia Científica y Literaria para gestionar la instrucción pública.[4] Esta funcionó sin mucho interés y desapareció a los dos años. Es por esta razón por la que García Moreno tan sólo pudo desarrollar una incipiente reforma educativa en educación primaria y secundaria, con escasa oferta de escuelas y colegios. Por ejemplo, en Esmeraldas hubo tan sólo tres escuelas y un colegio en toda la provincia. Lo mismo ocurrió en Latacunga y Pujilí. Peor situación atravesó la educación rural, la Sierra tuvo un solo colegio en la mayoría de las provincias, eso sí mejor dotado que en la Costa donde solo existieron en las poblaciones más grandes. [5] 

La Ley de Municipalidades dio competencias a los municipios para crear y organizar escuelas públicas con fondos propios o de benefactores. Esta norma limitó el poder del gobierno en educación y García Moreno la derogará posteriormente.

La Convención de 1861 tomó importantes decisiones: abolir el Decreto de Libertad de Estudios de Urvina, retomar el Decreto Reglamentario de Rocafuerte, aprobar algunos colegios, dar libertad a los colegios particulares y religiosos, y autorizar a García Moreno para que contrate en Europa profesores de aquellas órdenes religiosas que se dedicaban a la educación primaria. Para ello, fueron enviados a Europa como emisarios del gobierno garciano Antonio Flores e Ignacio Ordoñez. De estas gestiones, fueron contratados profesores de los Hermanos Cristianos y de las Hermanas del Sagrado Corazón (57 monjas llegaron al Ecuador en primera instancia). A los Hermanos Cristianos se les concedieron muchas libertades, serían pagados por el gobierno y seguirían la pedagogía de la orden, recogida en el libro Conducta de las Escuelas Cristianas.

El Estatuto educativo de 1863, en contra de la opinión de García Moreno, descentralizó la educación al encargar a los municipios crear y dotar las escuelas bajo la supervisión del Consejo Educativo Provincial, que tuvo la autonomía de elegir a los maestros, abrir escuelas, su inspección y organización. Cada parroquia debía tener una escuela para niños y otra para niñas y un colegio de educación secundaria en cada provincia puesto bajo las órdenes de los jesuitas para los de niños y de las Hermanas del Sagrado Corazón para los de niñas. La educación secundaria se mantuvo paralizada en esta primera etapa porque los jesuitas tardaron en llegar por haberse firmado el contrato a finales de 1863. [6] Solo se crearon en este periodo colegios jesuitas masculinos en Quito, Riobamba y Guayaquil.

Para García Moreno esta primera etapa fue un fracaso por la resistencia que encontró entre los liberales, por la Convención de 1861, por algunos miembros de la Iglesia reticentes al Concordato, y por la escasez de recursos. [7]

A pesar de este su balance, no fue tan negativo. Podemos decir que el impulso que dio a la educación en este primer periodo fue importante, aunque no tanto como algunos historiadores han querido demostrar. El informe del ministro Manuel Bustamante de 1867 habla de la mejora de la secundaria con los cambios introducidos en el Colegio Bolívar de Ambato, en el Nacional de Quito, en el Seminario de Guayaquil, en el San Felipe de Riobamba, en el San Bernardo de Loja, o en el Nacional y Seminario de Cuenca. Además, se habían establecido escuelas en numerosas parroquias y aumentado el sueldo de los profesores, a pesar de la escasez de escuelas y maestros en las parroquias rurales. Un informe anterior, de 1863, enumera el progreso pedagógico de las órdenes religiosas introducidas para la educación primaria y secundaria, la creación del Colegio Bolívar de Ambato (1861) o la derogación del Decreto de Libertad de Estudios.[8] 

En su segundo periodo presidencial, García Moreno puso en marcha su proyecto educativo más pretencioso y con mayor libertad. Para ello recabó toda la información sobre la situación de la educación primaria en Ecuador. Fueron los inspectores de educación quienes aportaron al presidente una importante información sobre las necesidades educativas de las provincias.[9] El objetivo fue la modernización de la educación con el fin de modernizar el país y moralizar a todos sus ciudadanos.

La herramienta que utilizó para gestionar su reforma fue el Decreto-ley de educación de 1871. Entre las muchas normas que contenía, estuvieron la obligación de escolarizar a todos los niños de seis a doce años en escuelas de 20 o más alumnos, la educación debía ser obligatoria y gratuita, se suprimieron los Consejos Provinciales de Educación, los inspectores de educación debían reportar directamente al presidente, se quitó a los municipios su competencia en Educación y tan solo debían aportar las instalaciones educativas y el material escolar.[10] Los escasos recursos económicos de estos impedirán que así fuera. Al principio, se utilizaron los edificios municipales como aulas. El país no tuvo en un principio la capacidad económica para construir tantas escuelas. Loja en 1874 tuvo tres escuelas primarias en toda la provincia, dos de ellas en la capital. Las escuelas eran su mayoría unidocentes por el número de estudiantes matriculados, salvo en las grandes ciudades.

Un informe del ministro de Educación Francisco Javier León de 1871 daba el dato del número de escuelas y alumnos en la provincia de Pichincha, 47 escuelas de niños y dos de niñas regidas por los Hermanos Cristianos con 600 alumnos.[11]  No nos olvidemos que continuaban funcionando los colegios y escuelas de otras órdenes religiosas más antiguas, además de algunas municipales.

Por otro lado, la falta de financiación de las escuelas también afectó al salario de los profesores y este será siempre un problema importante.[12] A pesar de tener fuertes incrementos salariales, los docentes estuvieron poco motivados y formados. Su salario al comienzo de la era garciana fue de seis pesos al mes, luego subió a quince, salvo en la Costa que fueron más altos porque el coste de la vida era superior al de la Sierra.[13] 

Se dio una gran importancia al aprendizaje y al currículo. Los alumnos aprendían lectura, aritmética, gramática castellana, geografía, religión, cívica y moral. Las alumnas, además de estas materias, tenían economía doméstica y las “labores típicas” de su sexo. García Moreno para modernizar y actualizar la educación adoptó el sistema métrico decimal, como ocurrió en Francia con Napoleón Bonaparte.

Las escuelas rurales soportaron más penurias que las de las ciudades. Una posible solución a este problema fue la obligación que impuso García Moreno de crear una escuela en cada hacienda, con la oposición de los hacendados y a pesar de que él va a dar ejemplo creando una en la suya. No solo tuvieron problemas económicos, también existió un importante ausentismo, apenas el 25% de los niños asistía a las clases, y menos aún las niñas.[14] En las escuelas rurales, la asistencia no fue regular, por el problema añadido de que los padres no querían que sus hijos fueran a la escuela porque retraían ingresos al núcleo familiar.

Como consecuencia de su proyecto de instrucción, la educación primaria creció de forma importante. Los datos de alumnos son bastante indicativos. En 1867 los niños escolarizados ascendían a 13.495. frente a los 31.795 de 1875. También puede verse en la inversión económica realizada ya que en 1861 fueron 15.000 pesos de presupuesto los que se dedicaron a formación de los niños y en 1872, coincidiendo con el crecimiento de la economía agroexportadora ecuatoriana y por una más eficiente recaudación de impuestos,[15] el Ministerio de Hacienda presentó ese año una distribución de egresos, donde puede apreciarse la importancia que se dio a la educación, pues supuso el 11% del presupuesto de ese año.

El informe ministerial de 1873 presentó la situación de la educación primaria y secundaria durante el mandato de García Moreno. Además de la unificación de los métodos pedagógicos, de la formación y de la mejora de condiciones de los maestros y profesores, del incremento de escuelas, ya expuestos, uno de los logros que cita es la creación y puesta en marcha del Reglamento de Escuelas redactado por los Hermanos Cristianos.[16] 

En el Mensaje a la Asamblea que hizo García Moreno en 1875, expuso el progreso y la situación de la educación ecuatoriana, “religiosa y católica ante todo”, en los seis años anteriores. En resumen, en la educación primaria se crearon 93 escuelas nuevas y el incremento de estudiantes fue del 237%. Entre las carencias, resaltó la deficiente evolución de la educación de niñas, apenas el 25% por la falta de docentes y escuelas, el poco interés de los padres a enviar a sus hijos a educarse, y la dispersión de la población rural. Termina su descripción diciendo “Continuemos sin embargo redoblando nuestros esfuerzos, convencidos de que sin la educación cristiana de las generaciones nacientes, la sociedad perecerá ahogada por la barbarie”.[17] 

Sobre la educación secundaria, los progresos no fueron tan importantes como en la primaria, dice García Moreno, por la falta de profesores. Defendió la “libertad de enseñanza” como forma de paliar su carencia y permitir que los estudiantes que hayan estudiado en cualquier centro los años establecidos para alcanzar el grado de bachiller lo obtengan si han pagado los derechos de matrícula y aprobado el examen de estado.

Para ello, García Moreno trajo a los jesuitas como formadores para los colegios masculinos por su alta calidad de enseñanza, alto contenido científico y moral cristiana; y a las Hermanas del Sagrado Corazón para los femeninos. La creación de nuevos colegios para este nivel arrancó con los mismos problemas que tuvieron las escuelas de educación primaria. Los municipios fueron designados como los que debían construir los colegios. Encontrándonos, además de con una escasa financiación, con la necesidad de viviendas para profesores y alumnos que se desplazaban, ya que se establecieron los colegios de secundaria en las capitales de provincia,[18] y la dificultad para pagar a los profesores y comprar materiales. La secundaria fue en todo momento un importante consumidor de dinero para las arcas del estado. 

El problema de acceso de los alumnos a la secundaria se debió a los altos costos que generó, ya que tenían que pagar matrícula, vivienda, manutención, materiales… Para solucionarlo, el gobierno aplicó un plan de becas, a cambio los estudiantes al terminar sus estudios quedaban a disposición del gobierno durante dos años, bien para trabajar en colegios, en la administración o en el ejército.

Hubo una cierta ·secularización” de la educación al separar García Moreno los seminarios de los colegios. Ello fue un duro golpe en algunas ciudades y hubo oposición por parte de la Iglesia y de personas contrarias a esta “secularización”. Pronto casi todas las capitales de provincias tuvieron colegios de educación secundaria para varones y en algunas también para mujeres.

García Moreno no solo creó escuelas y colegios. En su afán de dar una formación técnica y artística, fundó el Conservatorio Nacional de Música (1870) o la Escuela de Bellas Artes (1872). Para ello, contrató también a profesores de alto nivel en sus especialidades, entre los que cabe destacar Vincenzo Antinori, Antonio Cassarotto, Francisco Rossa (director) o Pietro Traversari, para el Conservatorio; o el ecuatoriano Luis Cadena, repatriado de Italia, para la Escuela de Bellas Artes.

2. Sobre la educación femenina

La falta de escuelas y colegios para niñas e indígenas fue algo normal durante la Colonia y así fue tras la independencia. El gobierno de la Gran Colombia legisló a favor de la educación de estos dos colectivos, así lo vemos en los decretos de 28 de julio de 1821, en el que propone la creación de escuelas para niñas en conventos, y en el de 11 de marzo de 1822, para indígenas. 

La Enseñanza de la mujer estuvo influenciada y dominada por la Iglesia en todos los niveles, el papel asignado a la mujer fue siempre secundario. La Iglesia católica tuvo un concepto funcional de la mujer, ya que obedecía a su papel cohesionador de la familia y su prototipo fue el de perfecta casada en el hogar, piadosa, buena madre y buena esposa. Esto hace pensar que su formación no fuera académica, sino orientada a moldear en principios y valores cristianos al elemento cohesionador de la familia y el hogar. No buscó alterar su función social, buscaba alfabetizarla y adiestrarla en los quehaceres domésticos. Su educación, en caso de recibirla, debía ir orientada a esta su misión asignada en la vida.

No es de extrañar que Gabriel García Moreno tomara esta filosofía de educación para su proyecto educativo femenino. La instrucción y educación de los ciudadanos fue el eje del proyecto garciano, proyecto que venía gestando desde finales de 1840, y que estuvo centrado en la fe, el progreso y moral y la modernización, que fue el pensamiento católico tradicional surgido del Papa Pío IX.[19]   

Con este fin, contrató órdenes religiosas femeninas europeas dedicadas a la educación de este sexo, como las Hermanas del Sagrado Corazón,[20] las Hermanas del Buen Pastor, las Hermanas de la Providencia o las Hermanas de la Caridad. Además, estableció escuelas normales de formación de las profesoras[21] e instituciones de beneficencia, como, por ejemplo, escuelas anexas para niñas de clases bajas, casas de huérfanas y hospicios de reclusión.[22] Deducimos que la creación de centros de educación y de beneficencia hizo que la instrucción femenina tuviera un doble sentido, el de protección y el de rehabilitación.[23]  

Se establecieron colegios de las Hermanas del Sagrado Corazón en Riobamba, Quito, Cuenca y Guayaquil; de las Hermanas de la Providencia, en Quito, Latacunga y Loja. Casas-escuela de huérfanas, en Quito, Cuenca y Riobamba; de las Hijas de María, en Loja; o de las Hermanas del Buen Pastor y de la Caridad. En estos colegios se estableció una formación técnica de profesiones manuales, del comercio, etc., aquellas que se consideraban en aquel tiempo como apropiadas para una mujer.

Se crearon instituciones benéficas educativas para niñas pobres e indigentes, como la Escuela de San Carlos en Quito, Casa de Huérfanas en Riobamba y Cuenca, o el colegio de las Hijas de María en Loja. En 1875, se cuentan 264 alumnas y 13 maestras en los colegios de las Hermanas de los Sagrados Corazones. 

Al final del último mandato de García Moreno (1875), el número de niñas escolarizadas era de 8.513 en 164 escuelas, frente a las 41 de 1857.[24] Con esta formación femenina, García Moreno buscaba una formación en profesiones técnicas manuales o de comercio muy “propias” del sexo femenino.

3. Sobre la educación de los indígenas

La educación de los indígenas, al igual que la femenina, resultó ser un problema para García Moreno. En primer lugar, porque para ellos el acudir a la escuela significó una mayor miseria al tener que desplazarse de sus lugares de origen, tenían que pagar mayores impuestos, hubo una mayor exigencia como trabajadores y se arriesgaban a tener que ir al servicio militar obligatorio. En segundo lugar, porque la política educativa de los indígenas tuvo como objetivo su asimilación y un intento de supresión de su idioma.[25] Su educación supuso la imposición del idioma español y la de un currículo alejado de su cultura.

Su resistencia no fue comprendida por García Moreno, dado su pensamiento cientificista y darwinista. El intento de acercamiento del presidente a través de la educación y de las leyes no fue más que un sentimiento de contrición por los abusos sufridos en tiempos anteriores por parte de recaudadores, autoridades y hacendados. No pudo entender que los indígenas pudieran oponerse en defensa de su cultura y tradición. [26] 

En una primera etapa, los alumnos indígenas fueron llevados a estudiar a Quito. Tras el fracaso de esta medida, comenzó la construcción de escuelas en sus comunidades, como en Otavalo, Saquisilí o Loja, con capacitación de profesores indígenas.[27] Ya que muchos de ellos trabajaban en el campo y eran fuente de ingresos para sus familias y su comunidad, se liberó a los padres del trabajo subsidiario social para que sus hijos pudieran acudir a la escuela.

4. Método pedagógico de Francisco Salazar

Sobre métodos pedagógicos, sabemos que García Moreno conocía otras pedagogías educativas alternativas, como el falansterio de Fourrier, las sociedades cooperativas de Owen, la Icaria de Cabet o el nuevo cristianismo de Saint Simons.[28] Según él, los niños estaban expuestos a doctrinas tóxicas, como el ateísmo, el deísmo, el panteísmo o el socialismo, y había que combatir estas influencias con un método pedagógico adaptado a su proyecto moral y católico.

A pesar de que las órdenes religiosas traídas para mejorar la educación van a aportar con sus métodos pedagógicos, como los de Juan Bautista de La Salle de los salesianos o la Ratio Studiorum de los jesuitas; se va a buscar uno propio y lo va a encontrar en Francisco Salazar y en su Método productivo de enseñanza primaria aplicado a las Escuelas de la República de Ecuador (1869). En el mismo, se recoge el método docente y las asignaturas de estudio para conseguir el objetivo que tuvo establecido el proyecto garciano. 

Este texto fue aprobado para estandarizar la enseñanza en las escuelas públicas ecuatorianas. Tomó algunas nociones del método de enseñanza mutua lancasteriano adaptadas al país y aplicable para escuelas de más de cien alumnos. El maestro impartía todas las materias. Había ocho grados y los alumnos más destacados impartían estas materias fuera de su horario de clase sin ninguna remuneración.

Los contenidos del Método se basaban en cómo se debe enseñar, la disciplina escolar, la educación física, los deberes del preceptor y las cualidades del maestro. En esta organización, como en las escuelas de enseñanza mutua, los monitores distribuían el tiempo semanal, los premios y castigos y los registros de los alumnos.

A modo de conclusión

Diremos que el proyecto político garciano fue fundamental para la consolidación del estado ecuatoriano del siglo XIX. Este no se entendería sin el desarrollo agroexportador cacaotero ecuatoriano que comenzó a mediados de siglo XIX.

Durante su primer mandato, no pudo desarrollar una importante reforma educativa. Los cambios que realizó en educación secundaria y primaria fueron incipientes, con escasa escuelas y colegios. El principal problema que tuvo fue la falta de financiación, de ahí que fuera una educación más urbana que rural. Contratará profesores religiosos europeos de los Hermanos Cristianos y de las Hermanas de los Sagrados Corazones. La educación secundaria estuvo en manos de los jesuitas para los niños y para las Hermanas de los Sagrados Corazones para las niñas. 

En el segundo periodo, puso en marcha su proyecto educativo sin ningún tipo de oposición. El Decreto-Ley de 1871 va a establecer la escolarización obligatoria y gratuita de todos los niños entre seis y doce años, la supresión de los Consejos Escolares, la pérdida de competencia en Educación de los municipios y el establecimiento de un mismo currículo para todo el país. Hubo una cierta secularización de la educación secundaria al separar los colegios de los seminarios con una fuerte oposición de la Iglesia y de personas afines.

Podemos ver el progreso de la educación durante la presidencia de García Moreno por el número de alumnos escolarizados, que pasaron de 13.495 en 1867 a 31.795 en 1875; y en la inversión económica realizada, que pasó de 15.000 pesos en 1861 a 151.189 en 1872. 

En lo que respecta a la educación femenina, tuvo como fin formarlas en el papel funcional de las mujeres en esa época. El proyecto garciano en este aspecto fue de muy lento progreso en relación con la educación masculina. Para ello contrató diversas órdenes religiosas femeninas y europeas, la más importante es la ya citada de las Hermanas del Sagrado Corazón que se encargará tanto de la educación primaria como de la secundaria. Será una educación separada por sexos. Aun así, hubo un progreso importante. El número de niñas escolarizadas en 1875 fue de 8.513 en 164 escuelas, frente a las 41 que hubo en 1857.

La educación tuvo como objetivo la asimilación y un intento de supresión de su idioma. Encontró una resistencia por parte de los indígenas que no fue comprendida por el presidente. En un primer momento, los alumnos indígenas fueron llevados a Quito para educarse con el consiguiente desplazamiento. Tras fracasar, se procedió a construir escuelas en algunas comunidades indígenas. Se intentó formar a profesores indígenas que luego fueran destinados a estas comunidades. Para facilitar que los niños fueran a la escuela, se liberó a los padres del trabajo subsidiario social al que estaban obligados.

Para poder conseguir el objetivo de una educación católica, también fue necesario tener un método pedagógico que unificase y organizase todos los componentes de la enseñanza ecuatoriana. Para ello eligió el Método productivo de enseñanza primaria aplicada a las escuelas de la República de Ecuador (1869) de Francisco Salazar, enfocado en la educación técnica con enfoque católico de obediencia, laboriosidad, espíritu crítico e identidad nacional. Este va a estandarizar la enseñanza para todas las escuelas. Tuvo un enfoque lancasteriano por la falta de maestros. En él se establecen los lineamientos del proyecto garciano de cómo y qué se debe enseñar, además de la disciplina y los deberes y cualidades del maestro.

En definitiva, la reforma educativa de García Moreno comenzó la universalización de la educación en Ecuador. Hubo más escuelas y colegios, con más alumnos. Introdujo nuevos conocimientos técnicos con el fin de modernizar el país. Tan solo puso las bases de una nueva escuela que se desarrollará con los sucesivos presidentes.

¡Muchas gracias por su atención y presencia!

[1] Wilfrido Loor. Cartas de Gabriel García Moreno (1868-1875). (Quito: La Prensa Católica, 1955. 3 vols.). Tomo III. Págs.45-47. Carta a Juan José Flores, 8 y 12 de marzo de 1862.
[2] Carlos Espinosa Fernández de Córdova y Jordi Canal. “La memoria transnacional de Gabriel García Moreno: la imagen póstuma del caudillo católico en Ecuador, Francia y Roma (1875-1921)”. Historia Crítica 75 (2020): 5. P. 3.
[3] Enrique Ayala Mora. “García Moreno y su régimen”, 61.
[4] Esta estuvo compuesta por el propio García Moreno, Juan José Flores, Mariano Cueva, Carlos Aguirre, Francisco Javier Salazar, Miguel Egas, Rafael Carvajal, Daniel Salvador, Pablo Herrera, Sebastián Wisse, manuel Angulo, William Jamenson, Manuel Bustamante y Joaquín Tobar. Su vida fue bastante efímera. Germania Moncayo. La Universidad de Quito, 148 y 149. Emilio Uzcátegui. Desarrollo de la Educación en el Ecuador. (Quito: Editorial Casa de la Cultura Ecuatoriana, 1976), 13-14.
[5] Peter V.N. Henderson. Gabriel García Moreno, 100-101.
[6] Peter V.N. Henderson. Gabriel García Moreno, 104.
[7] Wilfrido Loor. Cartas de Gabriel García Moreno (1868-1875). (Quito: La Prensa Católica, 1955), 216. Juan Maiguashca. “El proyecto garciano”, 243-244.
[8] José María Vargas. Historia de la cultura ecuatoriana. (Quito: Casa de la Cultura Ecuatoriana, 1965), 371.
[9] Peter V. N. Henderson. Gabriel García Moreno, 198.
[10] Peter V. N. Henderson. Gabriel García Moreno, 199.
[11] José María Vargas. Historia de la cultura ecuatoriana, 371.
[12] Peter V. N. Henderson. Gabriel García Moreno, 200.
[13] Peter V. N. Henderson. Gabriel García Moreno, 200.
[14] Peter V. N. Henderson. Gabriel García Moreno, 201.
[15] Linda A. Rodríguez. Las finanzas públicas, 104.
[16] José María Vargas. Historia de la cultura ecuatoriana, 374.
[17] Mensaje del presidente de la república al Congreso constitucional de 1875. (Quito: Imprenta Nacional, 1875), 7-8.
[18] Peter V. N. Henderson. Gabriel García Moreno, 206 y 207.
[19] Marie-Janielle Demelas y Yves Saint-Geours. Jerusalén y Babilonia: religión y política en el Ecuador, 1780-1880. (Quito: Corporación Editora Nacional, 1988), 145.
[20] Llegaron a Ecuador en 1861 desde Francia y Chile con los mismos privilegios que los Hermanos Cristianos. Se instalaron en el Colegio de San Fernando, cedido por el gobierno. Se comprometieron también en la educación gratuita de las niñas pobres. José María Vargas. Historia de la Cultura ecuatoriana, 369.
[21] Escuelas normales que fueron sustituidas posteriormente por secciones pedagógicas en los colegios de Cuenca y Quito de las Hermanas del Sagrado Corazón y por las Hermanas de la Providencia. Para ello el gobierno estableció un plan de concesión de becas a partir de 1869 (reglamentadas en 1874), cambió el programa de enseñanza y el tiempo de duración. Isabel C. Bermúdez Escobar. La educación de las niñas, 198.
[22] Isabel C. Bermúdez Escobar. La educación de las niñas, 197.
[23] Eduardo Kingman Garcés y Ana María Goetschel. “El presidente Gabriel García Moreno, el Concordato y la administración de poblaciones en el Ecuador de la segunda mitad del siglo XIX” (Historia Crítica, 52, 2014), 141.
[24] José María Vargas. Historia de la cultura ecuatoriana, 238.
[25] Peter V. N. Henderson. Gabriel García Moreno, 201-202
[26] Juan Maiguashca. “El proyecto garciano”, 206.
[27] Enrique Ayala Mora. “García Moreno “, 61. Emilio Uzcátegui. Desarrollo de la Educación, 21-22.
[28] Rocío Rosero Jácome. “Escuelas públicas, 57.

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