Morosidad al Alza


El incremento de la morosidad en los créditos de la banca privada es un reflejo del impacto de la crisis económica. La tendencia, sostienen los analistas, se mantendrá durante este año.
La crisis económica le sigue pasando factura a la capacidad de los ecuatorianos de pagar sus deudas a tiempo. El índice de morosidad o porcentaje de cartera vencida en la banca privada alcanzó en abril último el 4,7 por ciento, un incremento del 37 por ciento en comparación con lo registrado hace exactamente un año y del 62 por ciento en relación a diciembre de 2014.
“El sistema financiero es el espejo de lo que ocurre en el sector real de la economía; una caída en la actividad económica, una contracción en ventas, un aumento del desempleo… todo esto tarde o temprano afecta al sistema” y, por tanto, a la cartera de créditos y el nivel de morosidad; el deterioro paulatino de estos indicadores, sostiene el analista y catedrático de la Universidad San Francisco de Quito, Santiago Mosquera, “es entonces un tema esperable”.
En los créditos de vivienda y de consumo es donde la cartera vencida se ha incrementado en mayor nivel durante el último año. Según datos procesados por la consultora MarketWatch –basados en la información de la Superintendencia de Bancos–, la morosidad de los primeros se elevó en un 56 por ciento entre abril de 2015 y el mismo mes de este año; mientras la del segmento de consumo creció en 45 por ciento, ubicándose en el 9,20 por ciento, la más alta de todo el sistema financiero.
En la cartera comercial –es decir préstamos para empresas– y la de microcrédito, la morosidad en cambio se elevó en 39 por ciento y en 32 por ciento, respectivamente.
Se trata de un comportamiento que refleja “la debilidad a nivel de (la economía de) las familias y de sus ingresos”, comenta el analista Alberto Acosta Burneo. La pérdida de empleos ha deteriorado la capacidad de pago de los ecuatorianos: según la última Encuesta Nacional de Empleo, Desempleo y Subempleo, la tasa de desocupación pasó del 3,8 por ciento en marzo de 2015 al 5,7 por ciento en marzo pasado.
“El primer sector que absorbe directamente la falta de liquidez en la economía, producto de la caída del precio del petróleo, es el sector consumo (…); el Gobierno ya no gasta como antes, las empresas restringen su inversión, los bancos restringen los créditos” y el impacto, insiste Pablo Dávalos, catedrático de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE), recae en primera instancia sobre el consumo. La morosidad en este segmento, que junto al comercial –dice– son los más sensibles a la coyuntura, era según el Banco Central del 3,7 por ciento en 2008, advierte.
Los porcentajes de morosidad aumentan además, según Alberto Acosta, porque al reducirse el monto de los créditos que coloca la banca, la cartera que se deja de pagar o que entra en mora representa un porcentaje mayor de la cartera total. Según las cifras oficiales, los préstamos se han contraído en un 6,6 por ciento entre marzo de 2015 y marzo último, un descenso similar al que han experimentado los depósitos.
Mejor panorama. Los créditos de vivienda y comerciales son los menos morosos en comparación a los de consumo y microempresa. Cifras actualizadas a 2016 muestran que su índice está por debajo del 3%.
Hasta la mitad del año pasado, recuerda Mosquera, el crédito estuvo creciendo a un ritmo de dos dígitos; desde entonces, “se volvió más restrictivo y ha crecido a tasas muy bajas (…) tanto del lado del sector corporativo como de los hogares, del consumidor”. Ha sido, dice, una respuesta prudente de los bancos para precautelar el dinero de los depositantes en medio del deterioro de la economía en general.
El analista detalla, sin embargo, que desde inicios de este año la banca privada ha empezado a acercarse nuevamente al segmento corporativo alto para volverse más activa en la concesión de crédito y garantizarse así una mayor rentabilidad en su giro de negocio.
“Podemos comenzar a soltar la válvula porque a pesar de que los depósitos no crecen en la magnitud que quisiéramos, al menos se ha revertido la tendencia de decrecimiento que tenían el año anterior (unos 3.200 millones de dólares menos)”, afirma el director de la Asociación de Bancos Privados del Ecuador, Julio José Prado. El sistema, añadió en una reciente entrevista radial, ha logrado recuperar liquidez y “lo que hay que encontrar ahora es cómo entregar esa liquidez a los sectores productivos”.
Alrededor de junio pasado, según Prado, la cobertura de depósitos de corto plazo se ubicaba en un 24 por ciento; ahora, ese indicador de liquidez se ha elevado hasta casi el 32 por ciento. Empero, señala, “el entorno económico no se recupera y las perspectivas son más malas que el año anterior”; el dinamismo de los depósitos y de los créditos, atados unos a otros, será entonces menor.
Abril confirma el rumbo: los depósitos se contrajeron 2,8 por ciento en relación al mismo mes del año pasado, indica Gonzalo Rueda, director de MarketWatch; y en comparación con marzo, decrecieron en 352,54 millones de dólares, es decir 1,36 por ciento.
Loja y Cuenca, polos opuestos
Loja, Portoviejo, Ibarra y Riobamba son las cuatro ciudades con mayores niveles de morosidad entre las más representativas para el sistema financiero. Las cifras de marzo último, elaboradas por la consultora, revelan que sus carteras vencidas oscilan entre el 8,06 por ciento y el 10,08 por ciento de la cartera total.
El índice más alto corresponde a Loja, cuya morosidad en diciembre de 2014 estaba en el 3,39 por ciento; se trata de una ciudad que concentra el 62 por ciento del total de sus créditos –un equivalente a 185,41 millones de dólares– en los segmentos comercial y de consumo, donde la cartera vencida llega en marzo a niveles superiores al 12 por ciento.
Impacto directo. Portoviejo es la segunda ciudad con mayor índice de morosidad. Su perfil crediticio se concentra en consumo y microempresa.
En Portoviejo, una de las poblaciones más golpeadas por el terremoto del 16 de abril pasado, la morosidad ha tenido un deterioro similar. Mientras en diciembre de 2014, este índice se situaba en el 4,33 por ciento, para marzo último –antes de la tragedia– se elevó al 9,59 por ciento; las cifras indican que la ciudad concentra sus créditos en el consumo y la microempresa. Los indicadores de morosidad en Cuenca, Guayaquil, Manta, Ambato y Machala son los que más se acercan al promedio nacional de marzo último. La capital azuaya es la que menos cartera vencida tiene, un 3,97 por ciento según el reporte de Market- Watch; el crédito comercial es el que mayor peso tiene en la ciudad y allí su cartera vencida es apenas del 1,33 por ciento.
Quito en cambio registra una morosidad del 4,99 por ciento, que se ha elevado en 78 por ciento en relación a diciembre de 2014.
El deterioro de la morosidad parte afortunadamente de niveles muy bajos y coincide, afirma Santiago Mosquera, con una época en que el sistema financiero está bastante sólido y líquido (…) con niveles de provisiones (recursos que cubren la cartera improductiva) que superan de manera general el 150 por ciento”.
Y mientras se capea la crisis, coinciden los analistas, no es posible esperar otra tendencia.
Bancos proyectan sus pérdidas en Manabí
A 767 millones de dólares ascendía hasta marzo pasado la cartera de crédito colocada por la banca privada en la provincia de Manabí; de este monto, unos 50 millones de dólares corresponden a cartera improductiva. Una cifra que podría duplicarse tras el terremoto del pasado 16 de abril, según los cálculos de la Asociación de Bancos Privados. “Podríamos estar teniendo pérdidas de unos 100 millones de dólares”, sostuvo Julio José Prado, director del gremio, en una reciente intervención.
 Julio José Prado, director de la
Asociación de Bancos Privados.
Manta y Portoviejo, ciudades fuertemente golpeadas por el terremoto, ya habían seguido antes de la tragedia la tendencia que caracteriza la morosidad en todo el país. Sus carteras vencidas se ubicaron en marzo, según datos procesados por la consultora MarketWatch, en 4,4 por ciento y 9,6 por ciento, respectivamente.
El puerto manabita se ajusta al promedio de morosidad nacional -que se ubica en 4,7 por ciento- mientras la capital de la provincia lo duplica. En la provincia, de acuerdo con las cifras de la Asociación, alrededor del 45 por ciento de los créditos bancarios se colocan en el segmento comercial mientras el 29 por ciento corresponde a consumo, el 15,6 a microcrédito y el seis por ciento a vivienda.
“La tasa de morosidad –advierte Prado– seguirá subiendo en la zona”.


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