Un País de Falsificaciones, Opinión por Carlos Freire

Un País de Falsificaciones, Opinión por Carlos Freire

Artículo de Opinión por Carlos Freile

Vuelvo sobre un tema ya tratado en esta columna: las falsificaciones de la realidad perpetradas con minucioso conocimiento de causa por mistificadores profesionales sin profesión en aquello que dicen saber. Se acaba de dar un premio muy cotizado a un conjunto de danzas colmado de inexactitudes, inventos y parafernalias falsas, ideadas para impresionar a los capitalinos sin experiencia en asuntos del Ecuador profundo, ignorantes de las costumbres ancestrales, simplones en la aceptación de cualquier conjunto de colores y sonidos con cierto parecido a las fotos turísticas y con una aberrante influencia mexicana (como se quejaba el sabio y lleno de méritos Hernán Crespo Toral). Hace poco se declaró patrimonio intangible a una diablada inventada hace menos de cincuenta años, con la atribución engañosa de siglos de pervivencia en las costumbres de un pueblo andino. Conozco al inventor de una celebración pueblerina ahora considerada ancestral y casi milenaria por la ignorancia en contubernio con la avidez monetaria. Se habla del Ecuador como de una “Shaman llacta”, aceptando, parece, el origen quichua de ambas palabras. ¡Cuánto podríamos escribir sobre la tan mencionada Pachamama! Antes ignorada entre nuestros campesinos serranos, como consta a cualquier persona que haya vivido en contacto con ellos hace cincuenta años, hoy convertida en diosa tutelar en la Constitución nuevaeriana que nos cobija, protege, orienta y dirige en este cambio de época, de cultura y de imaginarios.

Hace pocos días, un connotado historiador agradecía a Eloy Alfaro por haber podido estudiar, pues el líder liberal había decretado la educación laica obligatoria y gratuita a nivel primario por vez primera. Lo de laica es verdad, aunque con un sentido adulterado del término, pero lo otro no: desde García Moreno todos los niños asistían a la escuela de manera gratuita por ley. Además el impulso dado a la educación fue mucho mayor en los años del “Progresismo” (1884-1895) que en los del alfarismo, aunque la historiografía oficial haya silenciado el hecho y omitido las estadísticas. Se ha cambiado la fecha de la fundación de Quito, también se pretende cambiar la de Guayaquil, con argumentos, en ambos casos, refutados hasta la saciedad desde hace años.

En estas tergiversaciones de la cultura nacional tienen un papel protagónico algunos abuelitos excepcionales. Pruebas al canto: se escucha o se lee frases como éstas: “mi abuelita inventó los helados de paila”, “mi abuelito fue el compositor de Salve, Salve Gran Señora”, “mi abuelito inventó el estilógrafo”. El asunto adquiere gravedad patológica pues con el paso del tiempo las autoridades culturales avalan esas hazañas ancestrales con diplomas, certificados y reconocimientos sin un estudio previo del caso. Pareciera que en nuestra cultura y en la construcción de paradigmas renovados la audacia es el método, la astucia reemplaza a la investigación y el compadrazgo ampara a la ausencia de raíces. Hemos logrado cumplir el anhelo del 68: “¡La imaginación al poder!”


Artículo de Opinión publicado en la Columna de "Editoriales" del Periódico Aula Magna de la Universidad San Francisco de Quito.

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1 comentario:

  1. Querido Carlitos Freile:

    La historia siempre la escriben los vencedores.

    Nelson Zabala

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